ESPAÑOL:
Este proyecto nace con el desafío de generar un sentido de pertenencia en un lugar único de Quito, inspirado en la geografía andina, los volcanes circundantes y la luz vertical característica de la serranía. El campus se organiza en torno a dos ejes principales: un eje norte-sur (NS) que alberga las áreas deportivas y un gran parque público, y un eje este-oeste (EO) que define el recorrido del aprendizaje, desde el biorefugio hasta el edificio final llamado Chimborazo, que simboliza el punto más alto del recorrido estudiantil.
Cada edificio representa uno de los volcanes de la cordillera de los Andes, creando una identidad simbólica para cada año escolar. Esta narrativa geográfica también se refleja en las cubiertas, donde lucarnas evocan cumbres montañosas y permiten el ingreso controlado de luz natural.
La movilidad dentro del campus está cuidadosamente planificada para reducir el impacto del tráfico, con flujos peatonales y vehiculares separados, y accesos verdes y sombreados. Un anillo de circulación interna garantiza un acceso ordenado y flexible para estudiantes, familias y visitantes.
La disposición educativa promueve espacios abiertos e interiores que fomentan la creatividad, la autonomía y una conexión emocional con el entorno natural. Cada etapa del desarrollo infantil está acompañada de espacios diseñados a medida: desde zonas seguras y lúdicas para los más pequeños, hasta ambientes abiertos y exploratorios para los adolescentes.
Más allá de su función académica, el campus se integra con la comunidad a través de espacios como un parque biológico, invernaderos, canchas deportivas y un centro social. Estas áreas permanecerán accesibles fuera del horario escolar, reforzando la identidad colectiva y el sentido de apropiación compartida.
El sistema constructivo utiliza hormigón expuesto pigmentado en tonos tierra, con una lógica estructural clara y duradera. Los interiores están diseñados con madera y superficies blancas, enfatizando la calidez, la luz y el equilibrio.
Esto no es solo una escuela: es un territorio para aprender, crecer y habitar el paisaje.
ENGLISH:
This project begins with the challenge of creating a sense of belonging in a unique location in Quito, inspired by the Andean geography, the surrounding volcanoes, and the vertical light of the highlands. The campus is organized along two main axes: a north-south (NS) axis that houses the sports areas and a large public park, and an east-west (EO) axis that defines the learning path—from the biorefuge to the final building named Chimborazo, symbolizing the highest point of the student journey.
Each building represents one of the Andes' volcanoes, creating symbolic identity for each school year. This geographic narrative is also reflected in the buildings’ rooftops, where skylights evoke mountain peaks and allow controlled natural light to enter. Mobility within the campus is carefully planned to reduce traffic impact, with separated vehicular and pedestrian flows and green, shaded access routes. An internal circulation ring ensures orderly and flexible access for students, families, and visitors alike.
The educational layout promotes open and interior spaces that foster creativity, autonomy, and emotional connection to the natural setting. Each stage of childhood development is accompanied by tailored spaces: from secure, playful areas for early learners to open, exploratory environments for adolescents. Beyond its academic role, the campus integrates with the community through spaces like a biological park, greenhouses, sports fields, and a social center.
These areas will remain accessible outside school hours, enhancing collective identity and a sense of shared ownership. The construction system uses exposed, earth-toned pigmented concrete, with a clear, durable structural logic. Interiors are designed with wood and white surfaces, emphasizing warmth, light, and balance.
This is not just a school—it's a territory for learning, growing, and inhabiting the landscape.